Versos y prosa
El camino silencioso,
desierta la encrucijada
sin aliento entre las hojas
los olivares estaban
la noche que sus dos trenzas
me sirvieron de almohada
fue en invierno, y los luceros
estremeciéndose estaban
como si fueran jirones
resplandecientes de escarcha.
Caminábamos despacio
llevando juntas las caras
y temblándonos los labios
como cuerdas de guitarra
Yo decía en sus oídos
romances de luna clara
y el aroma de su aliento
Ias ojeras me quemaban.
De improviso , los cuchillos
de sus besos se me clavan
abriendo un ojal de fuego
en Ia seda de mis ansias.
Yo la miré sorprendido
en temblores de pestañas
más blancas que las estrellas
que en sus pupilas brillaban.
La tomé por la cintura
que se quebró al apretarla
y cuatro besos le dí
como cuatro puñaladas
Sus mejillas se tiñeron
en arreboles de fragua,
y huyó sin rumbo en la noche
como gacela asustada.
La seguí por los senderos
y veredas de esmeraldas
hasta que Ia vi caer
sin aliento y sin palabras.
En los rizos de su pelo
como estrellas relumbraban
las flores de los almendros
que en su carrera, arrancara.
Me arrodiIIé junto a ella
la luna su luz nos daba
y mis brazos se cruzaron
por detrás de su garganta
Le desabroché la blusa,
y en mis manos al apretarla
se durmieron en un grito
sus pechos como manzanas.
Al marcharnos siete rosas
sobre la tierra quedaban
y en sus entrañas de fuego
siete sonrisas de plata.
¡Como le gustó a la luna
mandarnos su luna clara!
Cuando amanecía aún iba
de coloquio con el alba
refiriéndole en secreto
lo que aquella madrugada
pasó bajo los almendros
sobre sábanas mojadas.
En el viento Ios suspiros
y los besos se mezclaban
como burbujas de espuma
y cascabeles de nácar.
Cuando la llevé a su casa
y le dije, hasta mañana,
me miró como si Cristo
en carne y hueso Ie hablara.
Comprendí que no podría
olvidar nunca su alma
que aquella noche sus trenzas
me sirvieron de almohada
sin tener otro testigo
que un rayo de luna clara.
San Miguel de los Reyes 5-6-1940
-Perogrullo ¿Cual es el secreto de un matrimonio largo y feliz?
-No hay secreto. Todo es cuestión de temperatura. No dejar que se enfríe nunca la cama, la conversación ni la cartera.
