La tela de araña.
Una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque es justa. Montesquieu

Para mentes inquietas.

Por lo que vi, en el grupo de más de quince mujeres no se había hablado del producto milagroso; porque todas estaban muy enfadadas y nerviosas.

Ese día llegué especialmente cansado y para no molestarlas saludé y me dirigí a mi habitación. En que mala hora me giré en el pasillo y le dije a mi mujer...

-Cariño, cuando acabéis ¿me prepararás un gin tonik que a ti te salen muy bien?

¡Que delito cometí! La primera fue mi esposa diciendo al resto...

-Veis lo que comentábamos, ni eso son capaces de hacérselo ellos.

Ese fue el detonante. Se armó la marimorena, unas gritaban “machistas, todos son machistas” otra, desesperada parecía que iba a ponerse a llorar mientras decía “nos matan, ahora ya es que nos matan” una que tiene una inmobiliaria y fama de pagar fatal a sus empleadas, con el puño en alto cantaba la internacional y pedía igualdad de salarios para hombres y mujeres.

Desde entonces mi mujer no me habla, ha pedido el divorcio y las mujeres del barrio me giran la cara cuando paso murmurando “machista”.

A partir de este punto la cosa fue rápida. Tuve problemas con los clientes porque soy comercial y una parte de los productos que llevo son catalanes.

Mi hijo y sus amigos no me hablan porque, al decirme mi hijo que quería casarse con el cura del barrio que va a dejar los hábitos, y tienen previsto salir el día del orgullo gay con un grupo de parejas vestidos de amapolas con un letrero que pondrá “Las flores son las únicas que no distinguen entre macho y hembra”. Le dije que seguramente ya se había pasado unos cuantos pueblos. Y entonces me enteré de mi enorme homofobia, hasta ese momento ni conocía la palabra ni se me ocurrió que yo despreciara a estas personas.



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