El vermutet.
Los hombres incapaces de pensar por sí mismos, no piensan en absoluto. Oscar Wilde

Prohibido a ambiciosos, egoistas y fanáticos.

Cierta tarde de verano, se encontraban en la plaza del pueblo de Roncilla de la torre, cuatro de los personajes más representativos de la población. Estaba el padre Nicanor, que no consentía en vestir sin su sotana porque le parecía una profanación de su cargo, Don Roberto el acaudalado dueño de la fábrica de chorizos que pasaba algunos días de verano en el pueblo, tampoco podía faltar Luisa Sanzonil, cajera de un supermercado en la capital y presidenta del club de fans del grupo “Los gatos escaldaos” y enamorada hasta las trancas de su cantante “Iginio Lopez On” y que se hacía llamar “Chus”, sobre todo para que no se le hiciera la broma de “Lo pezón”, para rematar el cuarteto, delante de una naranjada recién exprimida se encontraba nuestro amigo Juan, al que, cariñosamente llamaban Juanito Feliz por su carácter afable a sus ochenta años y que todas las vicisitudes de su dilatada vida no habían conseguido extinguir.

Juanito Feliz-Digas lo que digas -estaba diciendo en ese momento Don Roberto- nunca conseguiré entenderlo Nicanor. ¿De dónde os sacais que por guardar un hueso, que decís que es de la mano de San Soterio, hayáis peleado hasta con el Vaticano? Derrochado un montón de dinero y esfuerzos por algo que es imposible poder verificar. Supongo que el único beneficio es que tendréis un montón de fieles en peregrinación a tu parroquia. Pero que tú nos quieras colar tamaña bobada, me parece considerarnos con muy pocas luces.

-Mira quien fue a hablar -rebatió el padre Nicanor- tú que no distingues un Goya de un Pepe “el botija” de este pueblo y que comentaste el otro día lo que te habías gastado en comprar un papel con cuatro rayas que te han clavado como dibujado por Picasso. ¡Qué! ¿Lo vas a poner en un marco?

-¡Eso es distinto! -contestó Don Roberto- Es una obra de arte.

-¡Es una cataplasma Roberto! Es un dibujo que podía haberlo hecho un niño de seis años. Y que hasta cualquier crítico de arte tiraría a la papelera si no fuera porque “dicen” que lo pintó Picasso. Lo haya dibujado quien lo haya dibujado es una patata. Si pierdes el certificado de “hecho por Picasso” vale lo mismo que esta servilleta.

-Más o menos lo que valdrían los huesos de tu santo sin el certificado Papal.

-Veo que no tenéis en cuenta los sentimientos -terció Luisa en la conversación- Desde luego no comprendo lo del hueso del santo ni lo del pedazo de papel rayado sin pensar que el padre Nicanor quiere sacarle un rendimiento económico para su parroquia y Don Roberto se ha pegado una ducha de fanfarronería con sus amigos a costa de los cuatro rayajos. Uno por dinero y el otro por presunción ninguno lo habéis hecho por el verdadero valor del objeto.

-Querida Luisa -dijo entonces Juan entrando en la conversación-. Tengo entendido que el otro día te gastaste el sueldo de un mes en comprar una camiseta sudada.


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