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Los cantaros.
Si le exiges a una persona más del exfuerzo que es capaz de hacer, deseas su fracaso. E.F.I.

Prohibido a ambiciosos, egoistas y fanáticos.

-Desde luego muchachas, -dijo la anciana - tenéis mucha suerte. Pero yo la tuve mucho mejor que vosotras, pues mi esposo todavía es capaz, después de tantos años, de traerme dos cántaros de aceite en cada mano si se lo pido.

-¡No es posible anciana! Debes de tener por lo menos ochenta años y si tu esposo es de tu edad, es imposible que pueda competir con nuestros amados.

-Eso lo podéis comprobar con facilidad muchachas -contestó la anciana- vivo en una casita que está a poca distancia de aquí por aquel camino, acompañadme y veréis si tengo razón.

Las tres mujeres, emprendieron el camino hacia la casa de la anciana que no distaba mas de seiscientos metros de la fuente.

La casa a la que se dirigieron estaba, como dijo la anciana, a poco más de diez minutos de la fuente y el camino, que atravesaba un huerto muy bien cuidado, desembocaba en un precioso jardín que invitaba a sentarse en dos hermosos bancos de piedra. La anciana, cansada a pesar del poco recorrido efectuado, se sentó en uno de ellos a la sombra de una imponente higuera.

-Marido -llamó- sal un momento a conocer a dos buenas amigas pero, por favor, tráeme dos cántaros de aceite, pues quiero regalar uno a cada una de ellas.

Se oyeron unos pasos dentro de la casa y a poco se abrió la puerta saliendo un anciano que, con paso vacilante, llevaba un pequeño cántaro en cada una de sus manos.

-Pero -exclamaron las muchachas- esos cántaros son muy pequeños, así es normal que los pueda llevar. ¿Que te demuestra con esa pequeña carga?

-Él demuestra que me ama -dijo la anciana- pues cumple mis deseos y yo le demuestro que le amo, pues no le pido que lleve mas carga de la que buenamente puede soportar.



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