Fragmento de Una de fantasmas.
-Es que estábamos muy enamorados -¡Joder que gusto tenía el chaval!
Y la buena señora que cambia de postura y al roce del cojín con el fondo de la silla que se pone en marcha el vibrador. Como nadie sabe que está allí, nadie sospecha nada, excepción mía que oigo el tenue siseo y la tal Eduarda a la que se le empieza a desencajar el rostro.
-¡Emilo, Emilio! -dice retorciéndose las manos- ¿Eres tu Emilio? ¡Hasta desde el más allá reconozco tu lengua! ¡Hay Emilio! ¡Para por Dios que no estamos solos!
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