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El enemigo necesario

¿Qué sería de este mundo sin ese enemigo que da tanto juego?

Cualquier dictador, sinvergüenza, sin escrúpulos e inclusive bienintencionados pero con ganas de tener borregos en su rebaño, necesitan un enemigo.

Los salvapatrias necesitan un enemigo que es el culpable de todo. Inclusive Dios necesitó al diablo. El diablo procura nuestro mal y Dios es todo bondad.

¿Qué sería de ese equipo de futbol sin su odiado enemigo? ¿Cómo pasarían el lunes los seguidores de ellos sin poder comentar que el nuestro jugó bien y el otro es un tramposo? ¿Y que sería del estado que tendría que inventar algo para que se preocuparan de ello sin comentar las mentiras y robos del político de turno?

¿Qué sería de la izquierda sin su odiada derecha? Todo lo malo lo ha hecho el contrario. Lo bueno lo oculto. Si el pueblo me pide que de armas a los niños, procuraré buscarme una escusa y dárselas. Cuando venga el problema ya lo intentará arreglar el otro y yo lo criticaré.

¿Qué sería del feminismo sin su odiado macho dominante? Ese ser que procura nuestro mal, y que hay que criticar y mostrar lo malo y violento que es, aunque sea con mentiras, aunque sea de manera subliminal en programas como Los Simpson que muestran que TODOS los machos son burros, violentos, guarros y torpes y las féminas son dulces, limpias, listas etc...

¿Qué sería en la actualidad de Cataluña sin su odiada España? Ella es la culpable de todo, seamos independientes y esto será un país en el que manará leche de las fuentes, solo lloverá cuando sea necesario y el estado nos pagará un sueldo mientras bailamos sardanas.

¡Venga ya! Al pueblo no le interesa económicamente de ninguna de las maneras. Solo ganan los políticos que serían cabeza de ratón en lugar de cola de león y la historia los ensalzaría como creadores del Imperio Catalán. ¡No me vengáis con cuentos! Por mi, que cada uno sea lo que le de la gana, pero no mintáis. ¡No me vendáis la cabra que ya es muy vieja y no da leche! No me separéis hombres y mujeres, ¡somos personas! No me digáis violencia MACHISTA, ¡Es violencia! Lo estáis haciendo tan bien que cada año hay más mujeres muertas. ¿Acaso somos más violentos cada año o es que lo estáis haciendo mal? ¿Solo los hombres tenemos la culpa?

¿A que extremo ha llegado una afición que ve como normal que se gasten miles de millones contratando a zoquetes que solo saben dar patadas a un balón y que a cualquiera con dos dedos de frente le importa un rábano que entre o no entre en una portería? ¿No sería mejor dedicarlos a personas con conocimientos para curar enfermedades o en que nuestros hijos tuvieran buenas universidades? No, porque ese universitario será inteligente y pedirá explicaciones a los políticos y los hinchas solo irán a gritar sus frustraciones al campo de futbol y en su trabajo comentarán los bien que jugó Pichirrin y no que nos están colando varias veces el mismo impuesto.

Si sois de izquierdas, dejar por favor muertos a los muertos. Dejar de odiar a fantasmas y no os fieis de los salvapatrias. Y si sois de derechas juzgar a las personas por lo que hacen y no por el partido o sus discursos.

Cuando nadie lleve una etiqueta colgada que nos defina y solamente se nos reconozca por nuestros hechos y no por nuestros discursos, cuando no nos pasemos la vida diciendo lo malo que es el contrario y los comentarios del lunes sean sobre las posibles soluciones a los problemas futuros, entonces, solo entonces, quizás podamos llamarnos "homo sapiens" y no "capullus integralis".


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Estamos en 1950. La guerra hace tiempo que terminó pero las últimas consecuencias de una guerra fratricida todavía llena las cárceles de España. También las de Valencia. La de San Miguel de los Reyes, la Modelo. Miles de ciudadanos se agolpan en el Interior de sus muros a la espera de sentencia. En la mayoría de los casos su única culpa ha sido militar en el bando perdedor o tener algún vecino envidioso. Algunos pronto saldrán, otros deberán cumplir algunos años de privación de su libertad, pero otros solo saldrán dentro de una caja de pino.

Y allí, en la ciudad del Turia comienza esta historia. Son historias de un barrio de manos del hilo conductor de una familia. Muchas familias tendrán también muchas cosas que contar, buenas y malas, grandes, pequeñas, y que pensamos que no deberían perderse porque forman parte de la historia. En el número 90 de esta calle (actualmente 92) vive la familia Oltra.


Pepita, a sus quince años y con cuatro años más, comprendía mucho mejor la situación que se creaba con la muerte de su padre. Desde el comedor sólo llegaba el silencio alterado, de vez en cuando, por los sollozos de Paca, la madrastra de su padre; la única abuela que había conocido por que la madre de su padre había muerto al poco tiempo de nacer este. Pero la «iaia» Paca se había comportado siempre como una verdadera madre con su padre y como una abuela muy cariñosa y buena para ella.

Pepita se levantó y fue al comedor. Su abuela la vio llegar y le abrió los brazos en los que la adolescente se refugió sintiendo cómo le acariciaba sus cabellos mientras la consolaba.

-Plora, plora xiqueta, pobreta meua. Açi tens a la iaia, al iaio, i a tots. Mai estareu a soles filla meua (2)

Un asomo de rabia la hizo abandonar los brazos de la «iaia» y dirigiéndose al balcón, lo abrió y cogiendo la toalla de cuadros rojos tendida, la arrancó de un tirón con rabia y la lanzó al suelo de la sala. Cualquiera, que no estuviera al tanto, nunca podría comprender esa reacción porque, dependiendo de donde estuviera tendida la toalla, era la señal que le indicaba a cualquier «maquis» llegado de las montañas que había peligro, o no, en subir a la casa. Ya no hacía falta, ya no podrían traerle más noticias de su padre ni esperar nada de él.

En la sala había un escritorio debajo del cual tenía su cama, que se limitaba a un colchón en el suelo. En él se refugió encogiendo su cuerpo que ya mostraba todos los encantos de su adolescencia. Allí se tumbó y soñó sin necesidad de dormir.


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